Ordena el cuento

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Desde la Biblioteca Pedro Antonio de Alarcón os proponemos una serie de cuentos cortos desordenados. Para poder contarlos y que tengan sentido, es imprescindible organizar correctamente los párrafos que se dan a continuación. Pon a prueba tu comprensión lectora.


CUENTO 1 

Fábula popular
  • Al terminar, el pastor envolvió la comida sobrante con el mantelito de cuadros y la introdujo en un agujero excavado en el tronco de un viejo árbol. La famélica zorra salió disparada hacia el árbol, trepó por el tronco y se metió dentro del hueco, devorando el tesoro
  • La angustia se apoderó de ella y empezó a llorar, llamando la atención de otra zorra que pasaba por allí. Le pidió ayuda, pero nada podía hacer por ella y le recomendó que cultivara la virtud de la paciencia: cuando hiciera la digestión podría salir por sí misma del tronco.
  • Érase una vez una zorra muy glotona que un día no halló ni una mísera semilla que llevarse a la boca. A cierta distancia detectó la presencia de un joven pastor que cuidaba distraído del rebaño, y cuando el muchacho sacó su almuerzo a la zorra se le hizo la boca agua.
  • Comió tanto y tan rápido que su panza se hinchó hasta adquirir el aspecto de un enorme globo a punto de explotar, y cuando quiso irse no pudo hacerlo, pues estaba atrapada.

CUENTO 2

El leñador honrado. Juan Carmona
  • ¡Oh, gracias, gracias! ¡Esa es la mía! Pero, por tu honradez -dijo la ninfa- yo te regalo las otras dos. Has preferido la pobreza a la mentira y te mereces un premio.
  • Al instante ¡oh, maravilla! Una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al leñador: -Espera, buen hombre. Traeré tu hacha.
  • Había una vez un pobre leñador que regresaba a su casa después de una jornada de duro trabajo. Al cruzar un puentecillo sobre el río, se le cayó el hacha al agua. Entonces empezó a lamentarse tristemente: -¿Cómo me ganaré el sustento ahora que no tengo hacha?
  • Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro entre las manos. El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió la ninfa, para reaparecer después con otra hacha de plata. «Tampoco es la mía», dijo el afligido leñador. Por tercera vez la ninfa buscó bajo el agua. Al reaparecer llevaba un hacha de hierro.

CUENTO 3

El muñeco de nieve. Juan Carmona
  • Le salió un niñito redondo, precioso, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba…
  • Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos de sol más cálidos… El muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloró con desconsuelo.
  • Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: «seca tus lágrimas, niña, porque acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.»
  • Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca alfombra recién formada. La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla. -Haré un muñeco como el hermanito que siempre he deseado tener.

CUENTO 3

El granjero bondadoso
  • Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó una plegaria musitada en la habitación del desconocido y pudo distinguir sus palabras: – Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado el consuelo de hallar refugio. Te ruego ampares a este caritativo granjero y haz que no sea perseguido por haberme ayudado.
  • Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano monarca se prometió recompensar al hombre si algún día recobraba el trono.
    Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y entonces hizo llamar al caritativo labriego, al que concedió un título de nobleza y colmó de honores. Además, fiando en la nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos los asuntos delicados del reino.
  • Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra. Sin escolta alguna, cansado y hambriento, llegó a una granja solitaria, en medio del país enemigo, donde solicitó asilo. A pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el granjero se lo concedió de la mejor gana. No contento con ofrecer una opípara cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa limpia, además de una confortable habitación para pasar la noche.
  • El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su huésped y cuando éste se marchaba, hasta le entregó una bolsa con monedas de oro para sus gastos.

CUENTO 4

El árbol mágico. Pedro Pablo Sacristán
  • Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: «sigue haciendo magia». Entonces el niño dijo «¡¡Gracias, arbolito!!», y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
  • El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que «por favor» y «gracias», son las palabras mágicas
  • Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: «soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás».
  • El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, aupercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: «¡¡por favor, arbolito!!», y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol.

 

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